Publicación:
Cuando pensamos en infraestructura para el desarrollo, solemos imaginar carreteras, puertos o redes eléctricas. Pero hoy, silenciosamente, otro tipo de infraestructura se ha vuelto igual de crítica: los centros de datos. Su crecimiento en América Latina —y cada vez más en México— no solo refleja innovación o atracción de inversión extranjera. Representa, sobre todo, la posibilidad de que gobiernos y empresas cuenten con la base técnica necesaria para aprovechar los datos de forma estratégica.
Pero antes de discutir su impacto, vale preguntarnos algo básico: ¿qué es realmente un centro de datos? Más allá de la imagen popular de una supercomputadora gigante, un data center es un ecosistema. Sí, tiene hardware especializado, sistemas de cooling, protocolos de seguridad y redundancia eléctrica. Pero también tiene algo que a menudo ignoramos: personas y procesos. Y de ellos depende, en gran medida, la calidad de los servicios que produce.
En México hablamos mucho de la ubicación geográfica, la disponibilidad de agua o las implicaciones geopolíticas de albergar centros de datos de grandes tecnológicas. Pero hablamos muy poco de lo que sucede dentro:
- Quién opera la infraestructura
- Cómo se toman decisiones
- Qué procesos garantizan eficiencia, continuidad y calidad
- Y, cómo se construye un modelo de gobernanza que asegure que esta infraestructura crítica realmente beneficia al país
Si pensamos en países como Uruguay o Chile, que han avanzado en marcos de infraestructura digital, el mensaje es claro: no basta con tener centros de datos; necesitas instituciones capaces de gobernarlos. Necesitas perfiles que entiendan ciberseguridad, gestión de datos, estándares internacionales (como ISO 27001 o ISO 22237), continuidad operativa y, cada vez más, implicaciones éticas y regulatorias.
Porque operar un centro de datos no es solo cuestión de tecnología. Es cuestión de cómo trabajan las personas. De los protocolos que siguen, las decisiones que documentan, las responsabilidades que asumen y los riesgos que anticipan. Es, en esencia, un ejercicio de reingeniería institucional aplicada a la infraestructura digital.
Y entonces surgen las preguntas importantes:
- ¿Qué perfiles deben trabajar en un centro de datos?
- ¿Cómo deberían organizarse los procesos para asegurar eficiencia, resiliencia y accesibilidad?
- ¿Qué modelos de gobernanza pública-privada permiten al país beneficiarse de esta infraestructura?
- ¿Cómo conectamos esto con la agenda nacional de IA, protección de datos y ciberseguridad?
Estas preguntas no son solo técnicas; son estratégicas. Y son el punto de partida para construir una verdadera política de gobernanza de centros de datos, algo que México y la región necesitan con urgencia.
